viernes, 31 de agosto de 2012

La nata que me mata en Beijing


Estoy cansada de amanecer con cielos grises por la severa contaminación de Beijing.
 
Una de las primeras cosas que hago al despertar es asomarme por la ventana, donde me topo frecuentemente con este tipo de escenas.
 

Desde mi ventana en el piso 11. Barrio Babaoshan, Beijing. Foto: Gabriela Becerra.

Hoy me había levantado con las ganas de dar un paseo en bicicleta en la montaña Laoshan, que queda a cinco minutos de mi casa, pero, ante la triste imagen, decidí atrincherarme en casa y compartir con ustedes algo de lo que vivo casi todos los días en esta ciudad.
 
La vista trasera de mi departamento. El edificio de enfrente, si lo alcanzan a ver, es la emisora de Radio Internacional de China, donde trabajo. Foto: Gabriela Becerra.
 
Cuántas veces escuché que la Ciudad de México era una de las urbes más contaminadas del mundo. A casi tres años de vivir en la capital de China y conversar con decenas de extranjeros sobre los problemas de polución que también enfrentan en sus países, he llegado a la conclusión de que nada se compara con las grandes ciudades chinas.
 
Al menos del Distrito Federal tengo muchos recuerdos de días soleados.

 
Xian, famosa por los Guerreros de Terracota. He viajado a esta ciudad en dos ocasiones y, sólo un día, tuve la fortuna de verla despejada. Foto: Gabriela Becerra.
 

Después de haber viajado a más de seis ciudades del país y encontrarme con el mismo paisaje “nublado”, a pesar de que el pronóstico del tiempo marcaba día despejado, acepté con gran desilusión y alarma el terrible problema de contaminación que padece la segunda economía mundial.
 

El Bund en Shanghai, un malecón donde se asientan construcciones de estilo occidental.
Foto: Gabriela Becerra
 
Frente a las críticas internacionales, China ha argumentado que, como una nación en vías de desarrollo e industrialización, tiene cierto “derecho a contaminar”.
 
Cuánto le está costando a esta nación ser lo que hoy es en el terreno económico.
 
En aras de “la modernidad, el progreso y el desarrollo”, China no sólo está destruyendo su patrimonio cultural, extinguiendo sus grupos étnicos, neocolonizando el continente africano, expandiendo sin control las grandes ciudades, sino que día a día ahoga a sus habitantes en una espesa nata de sustancias tóxicas.
 
 

Changshan, capital de la provincia de Hunan, en el sur de China. Foto: Gabriela Becerra


Tianjin, una ciudad que se encuentra a 30 minutos de Beijing en tren bala.
Foto: Gabriela Becerra
 
 
A dos meses de haber llegado a China, me mandaron a un viaje de trabajo a las provincias sureñas de Guangdong y Fujian. Esta foto fue tomada en la ciudad de Guangzhou.





Debido a los fuertes vientos que soplan en invierno, podemos disfrutar de más cielos azules en Beijing. Desafortunadamente, el frío es tan intenso que nadie quiere salir a pasear.
Foto: Juan Carlos Zamora





En contraste, en el verano la nata de contaminantes se queda suspendida en el aire por varios días, hasta que llega un viento fresco y se la lleva. Foto: Juan Carlos Zamora
 

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