lunes, 2 de septiembre de 2013

La cuenta regresiva

A 70 días de mi regreso a México

Todo tiene un final y mi estancia en China se está extinguiendo. A pesar de que tengo la oportunidad de quedarme otros años más, he decidido regresar a casa después de cuatro. Motivos hay muchos, pero este espacio no es para hablar de ellos, sino para expresar lo duro que está siendo decir adiós a este país que se ha convertido en mi segundo hogar.

China no es para todo el mundo. Hay extranjeros que regresan a sus países a los pocos meses de haber llegado, porque simplemente no logran entender o adaptarse a esta cultura que para muchos es completamente diferente a todo lo que han experimentado. Pero quien decide quedarse es porque está dispuesto a abrir los sentidos para dejar fluir todo lo que tiene que fluir.

A pesar de que faltan dos meses para mi partida, me duele perder cada día que pasa porque sé que estos momentos son únicos e irrepetibles.

Cuando dejé México necesitaba abrazar una nueva tierra y hacerme de nuevos amigos, amigos que con el tiempo llegaron a convertirse en mi familia, sólo que a diferencia de mis consanguíneos a los que sé que volveré a ver, a mi familia adoptiva nadie me lo garantiza, porque cada miembro vive en diferentes países.

La mayoría de los extranjeros que vienen a China están aquí sólo de paso. He despedido a tantos amigos y dado la bienvenida a otros más. Coincidimos sólo en este tiempo y en este espacio. Aunque sé que visitaré a más de uno y también a más de uno recibiré en México, nunca más volveremos a estar todos reunidos. 

Y como escribir y captar imágenes es una forma de atrapar el tiempo, iré plasmando mis últimos días en Beijing. 

Este domingo, por ejemplo, fue un día especial, como muchos que China me ha regalado. Soy  una mujer que disfruta de las cosas sencillas de la vida. Un día soleado con cielo azul me pone feliz, así que me fui de pic nic. 

 
En la década de los 70, China era conocida como "El reino de las bicicletas", por la gran cantidad de personas que se trasladaban en ellas. Aunque hoy en día los carros las han desplazado, siguen siendo un importante medio de transporte para muchas familias chinas. A los extranjeros también nos seducen, es una de las primeras cosas que compramos al llegar, ya sea para desplazarnos o simplemente salir a pasear, como en este caso que decidimos ir en bici al parque Yuyuantan. En esta foto me acompañan, de derecha a izquierda, Mojgan Behmanesh y Akram Shabaani, de Irán, y Olga Galperovich, de Bielorrusia.

Debido al sorprendente crecimiento de China en las últimas décadas, muchos extranjeros vienen a estudiar mandarín, trabajar o hacer negocios.  Por eso, Beijing se ha convertido en una ciudad cosmopolita.
Compartir con personas de otras partes del mundo te permite derribar estereotipos y mirar hacia los lados, porque normalmente caminamos viendo hacia el frente. En nuestro paseo, Akram me compartió lo duro que es ser mujer en Irán. Aunque nunca ha visto una lapidación, porque de niña su padre le prohibió ir de curiosa y de adulta no se atreve, Akram sabe lo bestial que es este método para castigar a las mujeres en la vía pública. Me explicó que se cava un hoyo y ahí las entierran paradas hasta los hombros y comienzan a apedrearlas hasta matarlas. Según la religión islámica, si logran salir del hoyo y escapar quedan libres. La lapidación aplica también para los hombres, pero pongan atención, a ellos sólo se les entierra hasta la cintura, por lo que  logran salir porque tienen las manos libres.
   
Sin duda, una de las cosas que más voy a extrañar son los parques de Beijing. En China todo tiene grandes proporciones: edificios, avenidas, centros comerciales y, desde luego, también los parques. La mayoría de ellos cuenta con lagos, que en verano sirven de piscina y para dar un paseo en bote, mientras que en invierno funcionan como pista de patinaje.  

Ahhh, se me olvidaba decir que los parques en China están muy bien cuidados. Son limpios y el trabajo de jardinería es estupendo, pero esto se debe a que la gente paga por entrar. Una pequeña cantidad, pero paga. De otra forma no los cuidarían.  Con gusto pagaría en México por ver los parques así,  porque de verdad que dan pena: la gente los usa para tirar basura, drogarse, de hotel de paso y de baño para perros. Ya me imagino si en México nos aplicaran un tarifa para entrar a los parques, se armarían de inmediato las protestas y acusarían al gobierno de querer  privatizarlos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario