viernes, 2 de marzo de 2012

Cortarme el pelo en China, mi peor pesadilla

Si algún hombre lee este texto lo más seguro es que le resulte banal, superfluo o aburrido, pero estoy segura que las chicas sabrán entenderme mejor.

En México escuché a muchas féminas quejarse del corte que les habían hecho a pesar de haber dado santo y seña al estilista de cómo lo querían. Frases como “Qué parte no entendió”, “Mira cómo me dejo”, “Parece que me mordió un burro”, eran muy comunes.

Si dando todas las indicaciones posibles te cortan más de lo que pides, te tiñen de otro color, te ponen un look que no te queda, etcétera,  imaginen cómo es cuando tienes que hacerlo en otro idioma del que apenas masticas dos que tres palabras.

En dos años y medio que llevo viviendo en China, me he cortado el cabello cinco veces, cada una ha sido una verdadera aventura.

La primera vez recurrí a mi compañera de trabajo Rita Bai Yun Yi, que es una bala para el español, pero no entendió lo qué quería. Frases como “lo quiero en capas” eran difíciles de explicar. Así que recurrí a otras como “lo quiero degrafilado”, “como en cascada”, “unos cabellos más largos que otros”, pero era inútil.

Algo así quería, claro, no de rubia.
Foto tomada de Internet.

En la segunda ocasión pedí ayuda a otra colega, pero ocurrió exactamente lo mismo, no me entendía. Incluso me sugirió que cada vez que fuera a cortármelo llevara mejor una fotografía con el estilo deseado.

Cansada de tener que depender de mis compañeras y explicar algo que parecía inútil, un día entré a una estética con la esperanza de que alguien hablara un poco de inglés.

Llamaron al estilista que supuestamente sabía, pero lo más que pudo decirme fue “¡Hello!”, “Do you want to cut your hair?” y fue todo, de ahí nos las arreglamos a señas, con una foto que llevaba de un corte que me había gustado, y con las pocas palabras que sabía en chino. El resultado al final no fue tan malo, salvo el flequillo que quedó como mordido.

En aquella ocasión comencé a comprender algo que hoy confirmé, pero se los cuento más adelante.

En la cuarta ocasión, una compañera de trabajo de mi amiga brasileña Débora se ofreció como traductora. Sucedió lo mismo que con mis otras colegas, no nos entendía.

Débora le decía a su colega china: “diles que lo queremos en repicado (como le dicen en portugués a lo que en México llamamos “capas o degrafilado”), que unos cabellos queden más largos que otros, para que se vea volumen, movimiento”, le explicó.

Al final nuestros cortes no quedaron tan mal, aunque la  brasileña estaba encanijada porque no sabían como peinarnos. Querían hacernos como caireles. Cada vez más enojada, Débora sacó de su bolso su gran cepillo redondo y le arrebató al chino la secadora, comenzó a peinarse, estirando las puntas de su cabello hacia fuera.

Si para entonces ya éramos el foco de la atención, como sucede cada vez que un extranjero pisa un lugar en donde no es común su presencia, después de ver el cepillo gigante con el que Débora se peinaba y la forma cómo lo hacía, ya no pudimos quitarnos de encima las miradas curiosas, tanto de empleados como de clientes.

Desde aquella ocasión, me propuse aprender en chino cómo pedir que me cortaran el cabello y, efectivamente, lo he logrado. Me siento orgullosa de esto, pero frustrada porque de nada ha servido por una simple razón que tarde mucho en confirmar: no saben cortar el cabello como quiero, ni aunque les enseñe una foto o vaya acompañada de la mejor traductora.

Esto obedece a que las chinas tienen otro tipo de cabello y los estilistas han tenido que adaptarse a él. La mayoría de ellas lo tiene lacio, no necesitan de mucho peinar, sólo de cortar las puntas de vez en cuando y ya está.

Vean los mega flecos que les gustas a las chicas, les cubre toda la frente,
algunas a penas y alcanzan a ver. Foto: Gabriela Becerra


Además, son un poco conservadoras para cambiar de imagen, no les gusta teñir su cabello ni experimentar con los cortes, en ese sentido, los chicos son más atrevidos.
Este chico quiso experimentar con el azul
Foto: Gabriela Becerra, tomada en el metro de Beijing

Los chicos traen looks bien locochones, y muchos se tiñen el cabello.
Foto: Gabriela Becerra




Ellas prefieren traer el cabello parejo de las puntas y un flequillo que les cubre toda la frente, tapándoles ligeramente los ojos.

Es increíble la cantidad de chinas que traen este look
Foto: Gabriela Becerra, en el metro de Beijing


Tal vez la próxima foto que vean de mí sea con este corte de cabello
Foto: Gabriela Becerra

Hoy, cuando pedí al estilista un flequillo, que no era el estándar que traen las chinas, me preguntó que cómo le hacía para que me quedara como lo quería. ¡Qué diablos iba yo a saber! No soy estilista. Como dios le dio a entender, me lo cortó.

Al final, tuve también que quitarle el cepillo redondo y la secadora para peinarme, porque nada más no lográbamos entendernos. Como en las otras ocasiones, unos cuantos empleados me rodearon curiosos.

El resultado no fue tan malo, pero ahora caigo que mucho ha sido porque entre sus conocimientos y mi guía, a señas, con fotos o como sea, hemos llegado más o menos al objetivo deseado. He sido el conejillo de indias, el experimento de varios estilistas chinos.

China es tan diferente a todo lo que había conocido. Las cosas más sencillas son distintas. Cuesta trabajo adaptarse, cuesta trabajo entender que hay otras formas de hacer las cosas. A dos años y medio, este país y su gente no deja de sorprenderme, de hacerme reír, pero también rabiar de impotencia.